Docenas de despedidas en andenes.
Eran otras épocas
amigos, familiares, mujeres a las que amé,
la broma triste, el beso ansioso,
el abrazo hasta la próxima vez,
la mezcla dolorosa
del pesar de la despedida
y la esperanza en vernos pronto.
Ninguna de esas despedidas
se pareció en nada
a la tristeza a bocajarro
entre el estómago y la garganta,
con la sonrisa fingida
y el corazón desgajado
mientras le explicas a un niño
de dos años, a tu hijo,
que pronto nos veremos,
que papi se queda,
que va a ir en el tren
y va a ver por la ventana:
montes, ríos,coches y animales,
caballos y vacas.
Que nos vemos pronto.
Y sus besos supieron tan tristes
como ningún otro beso
que me regalaron con tanta alegría
anteriormente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario